Cuando mamá murió hace 2 años y medio, y recibí la llamada vía telefónica por parte de mi abuelita, fue desgarrador. Pude explotar y llorar casi a gritos porque estaba rodeado de amigos y gente que quiero mucho y en quién confío. Me abrazaron entre todos y sentí como esa tristeza, toda esa rabia contra la vida se esfumó, a través de ellos...
De repente empezó a llover, el cielo a tronar, y vino por mi la persona que menos pensaría jamás que me ayudaría. A esa región acudieron personas bellas, que siempre llevaré su cara en mi corazón, desde amigos del trabajo, jefes, coordinadores. Admiré a cada uno de ellos, sonreía entre lágrimas, porque días antes mamá me dijo que se alegraba que estuviera rodeada de tan buenas personas cuando uno de mis amigos donó sangre y siempre estuvo junto a mí. Tenía razón, y por tanto no me derrumbaría, no me decaería, NO LA DECEPCIONARÍA.
Sabía que sería duro, por mis hermanas, por el resto de mi familia, pero elegí llorarle un día completo, sin detenerme, ahogando mi tristeza en la almohada para que no me escucharan los demás.
Y entonces lo entendí, entendí que era una egoísta ( hablo por mí) porque sabía que me dolía que ya no volvería a verla, que ya no volvería a invitarla al café como lo hacíamos, empecé a comprender mi motivo egoísta, era porque yo ya no la volvería a sentir , y comprendí que si hubiera seguido entre nosotros habría vivido más, es cierto pero habría malvivido, entre quimioterapia, malestares y dolores. No hubiera querido eso para las personas que amo.
Poco a poco el dolor empezó a mitigar y a transformarse en sonrisa de alivio, de agradecimiento por llevársela antes de pasar por todos esos terribles procedimientos.
Y la soñé ese día en una enorme nube color de rosa pastel, y vestida con un traje blanco, ya sabes...como esos que usaba e inspiraban.
Meses después reuní todos mis ahorros y me fui a Japón, el sueño de toda mi vida, al entrar en su cielo y ver la línea de el amanecer de oriente sonreí entre lágrimas y susurre: "Lo logré mami...mírame..."
Al poco tiempo llegó mi primera hija a mi vida: Leah; trayendo consigo nuevamente la paz y alegría a mi casa. Todos volvimos a sonreír, porque comprendimos que era una bendición venida de Dios y de mamá...